martes, 28 de febrero de 2017

Me casé un 29 de febrero

Hoy hace justo un año, bueno aún no, mañana, aunque mañana habrá sido ayer… Esto es lo que pasa cuando te casas un 29 de Febrero, que celebras el aniversario dos días, que digo yo que más vale pasarse que quedarse corto. Mucha gente nos pregunta por qué elegimos esa fecha. Pues porque sí, porque mola, sin más motivo.


Planear una boda suele ser un coñazo: que si la lista de invitados, el restaurante, el menú, las flores, el vestido… Sin embargo, para nosotros fue muy divertido, os cuento. Teníamos muy claro que queríamos un día que fuera especial, sin tener que estar pendiente de nada ni de nadie más que de nosotros mismos. Eso implicaba no tener más invitados que los justos y necesarios, o sea, los testigos. Ya sé que mucha gente no estará de acuerdo con esto, porque un día así quieren compartirlo con la familia y los amigos, pero nosotros queríamos que fuera algo sólo nuestro, algo íntimo y personal. Llegamos a esta decisión después de haberlo sopesado detenidamente.

Pasado este primer obstáculo, el resto fue bastante fácil de decidir: nos casó el señor alcalde de Aguilar de la Frontera, querido amigo de mi futuro esposo. El lugar elegido para el enlace, unas Bodegas de la localidad.


¿Mi vestido de novia? Lo decidí el mismo día de la boda. Tenía 3 opciones posibles, 3 vestidos de encaje de aire vintage, comprados hacía ya tiempo, que esperaban en mi armario la ocasión oportuna para ser estrenados. Finalmente elegí el rosa. Lo llevé con botas altas negras y con chupa de piel (o como se dice ahora con una biker).
¿El traje de mi futuro esposo?  Unos vaqueros, una camiseta de los Beatles y su biker negra.
Y así fue como nos casamos, entre barriles de vino, sin disfraces, siendo nosotros mismos.



La ceremonia fue preciosa, aunque imagino que eso opinarán todos los novios. Dijimos nuestros votos, hechos ex profeso para la ocasión y nos cantamos unas canciones. ¡Tres meses que me tuvo ensayando!!!! Y es que si hay algo que hago realmente super bien es cantar mal, eso lo clavo. Reconozco que fue muy divertido el proceso de ensayar. ¿El resultado? Nos olvidamos de la mitad de la letra, de los tonos y casi no me salía la voz. Pero fue realmente emotivo. Un torrente de emociones, sentimientos y lágrimas, muchas lágrimas. Y felicidad. Mucha felicidad. En ese momento era como si no hubiera nadie más en la sala, sólo nosotros dos, mirándonos a los ojos, dejándonos llevar...

Hay quien dice que el día su boda es el día más feliz de su vida. Yo cada día soy tan o más feliz que el día de mi boda, porque, como dije en mis votos y sigo manteniendo, soy feliz cuando un te quiero me despierta cada mañana. 





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